Una versión libre

No es que haya dejado de usar anteojos, es que ya no puede ver el armazón pendiente del rostro. Tarda un poco, pero es así. Con las ideas pasa igual. La mente le parece perdida, pero navega sigilosa. Es todo silencio y de pronto advierte un sonido continuo, un zumbido que la costumbre no tarda en disimular. Con cada línea, libera un poco de muerte. Se embriaga con palabras para no pensar que es víctima segura de la escena prometida. Como estas palabras que habitan en el blanco, pero que tú no lees ni yo escribo.Y así anda su agonía, tambaleante entre las solapas de una prisión sin custodia, sin memoria. Esperando en los escaparates de las librerías, que unos ojos, unos labios, una voz, una boca, desaten el castigo, adivinen el conjuro, encuentren cómplice el lugar prohibido.

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