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Mostrando entradas de febrero, 2012
Me están empezando a tomar el tiempo Tus malos momentos Mis silencios La dueña de tus cosas me fastidia.
Escribo por pura vanidad. Insensato, no conoce la luz de la humildad. Estadío pulsional, entonces. Realización, si quieren. Y busco el placer, porque no estoy   tan seguro de poder esquivar el dolor. Che, qué lindo eso que escribiste. Pero mamá no lo entendió.
Creo en la inspiración. En hacerse un ovillo y dormir en cualquier parte, como los gatos. Simplemente la tarde, el arrullo del aire, la poesía escrita. Creo en la inspiración como gracia. Una acción que contribuye a la materia de lo indecible. Con certeza un puñado de versos, diáfanos                         Aún que las huellas                         Aún que los antes y después                         Aún que el encabalgamiento                         Aún que los lugares comunes                                                      Mi palabra                                                 La carne viva                                                El espejo roto                         Una astilla de ese espejo                         Por debajo de la piel Tranquilo, porque de algún modo, ya ha sido dicho.

No se

El claro Fulgor de la luna Soledad del barrio celeste Quietud Las cosas negadas al tiempo Al ahogo del tiempo Esa soga en torno al cuello Pero la soga queda ¿No se podría morir? Tan solo, acaso Morir

Sentirse un idiota; ergo, serlo.

De haber podido coincidir yo con usted, mi querida Eugenia – querida por las charlas laterales, por los ojos hondamente azules (tan azules como pueden ser) y porque no lo sabe – créame que lo habría hecho. Pero no bastó torcer la materia del mundo, ni pintar un camino de témpera en una lona y colocarla a mitad de su paso. Hacerle sentir sed; no hubo caso. Tan menuda, tan liviana. Debimos coincidir donde se supone que no, from the beginning. Pero de nada sirvió sobornar a toda burocracia celestial. Un claustro por ejemplo. Entonces, leer. Y luego comentar largamente lo leído. Y reír. No este banco, esta plaza ni sus canarios. No estas manos, ni la hoja de papel. No veintiún grados, cuatro décimas. Glosas, notas marginales, mate frío y dulce; porque da pereza calentar el agua y porque el dulce ayuda a pensar, lluvia puede ser. Como yo lo imaginé estaba bien. Encontrarnos. Hablar un poco de nuestras miserias (lo molesto de las aglomeraciones de público, las bebidas preferidas, las peleas

Crece

Tuve que aprender de pronto a dormir solo Y a correr detrás del hueso de la infame reticencia A soportar la sobria indiferencia Y a medir los tiempos A volar bajito Y a caminar lento. Tuve que aprender a llenar la vasija Y a esperar por las gotas A mudar de cariño Y a saberme las notas A escribir poesía barata Y a guardar silencio

Ha de ser, morir

No, voy a quedarme en casa escribiendo. ¿Quién irá a la guerra? Te ablando entre mis manos Sin signos, puntitos, curvas, ni nada Sin tinta El movimiento y los dedos calientes Eso, nada más Sin días ni noches Un rugido que no Un temblor Y nada más Un dolor en el hombro o en la espalda y del otro lado del puente iluminado el golpe sordo se abre paso entre los aires llega solo hasta la carne En la boca una laguna se vierte y las entrañas ceden de su vital rigor Voy a quedarme a construir mí casa Voy a mutilar el decir Voy a desfigurar palabras con la máquina de ser para que ni mi puño ni mi letra se puedan ver Ya no soy el que escribe este lento padecer Y quién vendrá a la guerra a firmar esta muerte a ser soldado de las ideas a matar en el frente Quién rendirá tributo al segundo eterno de silencio que trae la luz flagrante de aquel lado del puente Es fría nuestra tumba fría, de piedra, de agua Soñadas en la mente de nuestros asesinos allí estaban cuando llegamos las cavernas inclementes

A la luz

A ti no te apetece mi verso. Mentira la luz. El pulso herido de Lorca viene a buscarme. Toma mi mano tibia, deshace el hielo de los años y el plomo del hueso separa. Mentir a la luz Venga la poesía con vapor de Dios. Pero mi universo no te complace. Te escondes de mí para confesar amores Otros amores Mentir, ala, luz.

Las horas ciegas.

Imagen
Anoche tuve un sueño. En ese sueño yo estaba El mar se volvía negro, el horizonte se alzaba Y era toda el agua una ola Y eran sus brazos tan largos Y sus besos tan arduos Anoche tuve un sueño En ese sueño no estabas Y recuerdo que pensaba qué color tendrían tus ojos de palpitar lejano, qué color tendrían bajo ese manto de sombras. Qué figura la muerte reflejara oculta en el abismo de los parpados sellados.