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La Historia.

Si cada quien se guardara las respuestas y tan solo escribiera. Dulce soliloquio. O no. Como ahora. Callar, como ahora. O no. Mirar y escribir lo visto. Recordar. La viruta del lápiz que me parecía una polilla. Tan marrón. Tan fobia. Palomadeluzquentroporlaventanadelacocinafobia. Todo menos lápiz. Si cada quien se guardara las respuestas, no serían tales. Esa es la respuesta, ganso. La respuesta presupone un otro. Pero la búsqueda. La búsqueda nos pone en ese frasco de salmuera. Nos conserva asépticos. Por eso no sé si contestar. No quiero parecer descortés o poco comprometido. Lo que pasa es que me parece todo tan dicho ya, que la mejor manera de encontrar los caminos parece ser reinventar el silencio. O por lo menos empezar por ahí. Por encontrarse entendiendo que lo que sucede se dice sucediendo. Y hay que ver.

Acerca de las obras inconclusas

Toda obra tiene más futuro que presente, tiene más para dar de lo que “es” (de lo que puede pensarse en esencia que es) Entonces la obra está puesta en el mundo de aquí en adelante, desde su concepción en adelante. Esta idea entra en aparente contradicción a la alta valoración que se tiene del presente como único espacio concreto de realización, pero ¿cuál es entonces el presente de una obra? Creo que el tiempo vital de una obra se renueva con cada interpretación; cada lectura le da a la obra un presente nuevo y, por lo tanto, vuelve a servir como un prisma; una forma de ver -y de entender- el mundo que es a la vez cambiante y modificado por la obra. Es decir que el presente de la obra se realiza en cada lector. De este modo, la literatura encuentra su más alto horizonte: una forma de indagar en la condición humana. Y ese es su profundo valor. Para que este proceso se repita, es necesario que ningún círculo esté cerrado, siendo el final lo que menos importa en este sentido.  

Acerca del ofico del buen enamorado, una justificación teórica.

Transliterado a veces como epoché o epokhe, la epojé es un concepto originado en la filosofía griega, utilizado principalmente por la corriente escéptica. En los tiempos modernos fue revitalizado por la fenomenología de Edmund Husserl si bien no en su acepción inicial. Originariamente, según la definición dada por Sexto Empírico significa un estado mental de suspensión del juicio, un estado de la conciencia en el cual ni se niega ni se afirma nada. Para Husserl, consiste en la puesta entre paréntesis no sólo de las doctrinas sobre la realidad sino también de la realidad misma. Suspensión de la incredulidad es una expresión que representa la voluntad de un sujeto para dejar de lado (suspender) su sentido crítico, ignorando inconsistencias de la obra de ficción en la que se encuentra inmerso, permitiéndole adentrarse y disfrutar del mundo expuesto en ella. En realidad, el concepto deriva del concepto de verosimilitud inserto en la Poética de Aristóteles, que postula la idea retórica

Ocio. (de "La madriguera del erizo")

El aburrimiento es algo poderoso. Los griegos y los ilustrados hablaban de ocio creativo. Y no se equivocaban. Es cierto que es un concepto difícil de entender en nuestros tiempos (en el mío), sobre todo por los padres (por los míos). Andá a hablarles de ocio creativo a los doce años y fijate lo que te pasa. Más vale que hagas la tarea porque si no…Cosas que recuerdo en estos días de té con limón y miel; de releer los cuentos de Cortázar (es increíble qué cosas le quedan grabadas a uno en la mente y qué cosas se le borran) que siempre es una reinterpretación, otra de las formas de la traducción; montañas de almohadas y fútbol de ascenso. Lo suficiente para enloquecer a cualquiera (¿a cualquiera?) pero como me considero mejor lector que escritor (lo mismo con el fútbol) vaya y pase. De puro aburrido empiezo a leer un cuento, de preferencia uno que haya leído alguna vez, y me entretengo en el ejercicio de averiguar a partir de dónde empezó el autor a escribir el borrador. Hay añadidur

Alma

Viste, así como te dicen. Así no te vuelven a decir. Nadie te llama de la misma manera, y los otros tampoco vuelven a llamar a alguien de la misma forma. Es una especie de lealtad; un mármol que no admite profanaciones. Un guardarse la memoria en un papelito; un castillo de arena muy cerca del mar. Porque ahí la arena es buena para construir castillos, a merced de las olas. Y qué importa que venga una y me deshaga, era la única forma de ser sin haber sido; sin volver a ser. Pero queda la palabra, arena incorruptible. Quedan las armas y la soledad. Los recuerdos que son cada vez más lindos y dolorosos. Las muchas caras de la profunda soledad. Y tu nombre que se suspende, eterno. Tal vez, lo único verdadero e irrepetible.  

Para leer a medianoche.

Casi las once de la noche. Nunca supe por qué. Ahora lo recuerdo, antes de acostarme. Antes de la radio bajito o la tele sin volumen, de no encontrar una postura cómoda en la cama. Pienso. Una vez le pregunté: ¿por qué a las once? Me dijo algo acerca de una serie que terminaba o cosa por el estilo…excusas. Las razones profundas como esa nunca se confiesan. Lo sé. Sí, porque queda poco del día; va muriendo y podemos contar los minutos juntos. Ya pasaron unos quince, ¿no? Es probable que sean más de las doce cuando lean esto, si compartimos el huso. Tal vez me vean detenido en el tiempo, sin poder hablar. Feliz nuevo día, en todo caso. El chiste de la calabaza, y todo lo demás: Macedonio, Cortázar, Abelardo; lo poco o mucho que pude escribir entonces…lo que convertí en basura. Todo lo que no le dije, las ganas de verla. El té que se enfría(ba) mientras y los minutos que ya son como (hielo) treinta y pico porque tardo en pensar y porque corrijo mucho. Al fin y al cabo todos corrigen. No

Botella al mar

Te extraño mucho