Ocio. (de "La madriguera del erizo")

El aburrimiento es algo poderoso. Los griegos y los ilustrados hablaban de ocio creativo. Y no se equivocaban. Es cierto que es un concepto difícil de entender en nuestros tiempos (en el mío), sobre todo por los padres (por los míos). Andá a hablarles de ocio creativo a los doce años y fijate lo que te pasa. Más vale que hagas la tarea porque si no…Cosas que recuerdo en estos días de té con limón y miel; de releer los cuentos de Cortázar (es increíble qué cosas le quedan grabadas a uno en la mente y qué cosas se le borran) que siempre es una reinterpretación, otra de las formas de la traducción; montañas de almohadas y fútbol de ascenso. Lo suficiente para enloquecer a cualquiera (¿a cualquiera?) pero como me considero mejor lector que escritor (lo mismo con el fútbol) vaya y pase.
De puro aburrido empiezo a leer un cuento, de preferencia uno que haya leído alguna vez, y me entretengo en el ejercicio de averiguar a partir de dónde empezó el autor a escribir el borrador. Hay añadiduras que se notan, como si se vieran las costuras entre palabras o párrafos. Si tienen un rato, hagan la prueba con algún cuento que les guste y verán. En algunos me costó un poco, en otros es más fácil verlo. “Cartas de mamá” por ejemplo, tiene como tres comienzos posibles. Estoy seguro que Cortázar empezó a escribirlo desde el núcleo y fue agregando párrafos arriba. Y me doy cuenta porque, entre otros detalles, los comienzos son todos maravillosos. Demasiado para un simple párrafo, una mera continuidad.   
Intenté con poemas, pero no se puede. La poesía no da esa tregua. Tal vez porque precisamente en eso mismo consiste: tomar un núcleo, una idea-carozo, y comenzar a recubrirla de imágenes, para formar, pincelada tras pincelada, un paisaje vivo y espeso. La idea original ya no se ve (no se puede ver, por más ocio y aburrimiento y té con miel) sino que forma parte de un todo. Con la prosa de Borges pasa a veces lo mismo, porque la escribía como se escribe la poesía. La poesía de Cortázar es casi al revés: es como un recorte de bordes sinuosos que podría encajar casi en cualquier parte (pero no)
Nada es lo que parece y menos en poesía. Es una fiebre permanente.

Ciertas ediciones llevan las marcas del lector. Sobre todo las modestas, esas que vienen con algún diario de poca tirada o se consiguen como saldos en reventa. Puedo ver (y podría verlo en cualquier biblioteca, hasta trazar un perfil del lector) qué cuentos me han gustado más porque la débil encuadernación cedió en la página de inicio. Son como surcos, referencias contra el olvido. Prefiero esas ediciones, las que se dejan intervenir, las elásticas. Son como los amores: una vez abierta esa página, ya no se puede pretender recobrar esa pulcritud, solemne silencio de lápida o de tribuna vacía. Lo mejor es ir detrás del cuento, desmenuzarlo y, cada tanto, reacomodar la pila de almohadas, apelmazadas ya de tanto reposo.            

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