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Ocio. (de "La madriguera del erizo")

El aburrimiento es algo poderoso. Los griegos y los ilustrados hablaban de ocio creativo. Y no se equivocaban. Es cierto que es un concepto difícil de entender en nuestros tiempos (en el mío), sobre todo por los padres (por los míos). Andá a hablarles de ocio creativo a los doce años y fijate lo que te pasa. Más vale que hagas la tarea porque si no…Cosas que recuerdo en estos días de té con limón y miel; de releer los cuentos de Cortázar (es increíble qué cosas le quedan grabadas a uno en la mente y qué cosas se le borran) que siempre es una reinterpretación, otra de las formas de la traducción; montañas de almohadas y fútbol de ascenso. Lo suficiente para enloquecer a cualquiera (¿a cualquiera?) pero como me considero mejor lector que escritor (lo mismo con el fútbol) vaya y pase. De puro aburrido empiezo a leer un cuento, de preferencia uno que haya leído alguna vez, y me entretengo en el ejercicio de averiguar a partir de dónde empezó el autor a escribir el borrador. Hay añadidur

Alma

Viste, así como te dicen. Así no te vuelven a decir. Nadie te llama de la misma manera, y los otros tampoco vuelven a llamar a alguien de la misma forma. Es una especie de lealtad; un mármol que no admite profanaciones. Un guardarse la memoria en un papelito; un castillo de arena muy cerca del mar. Porque ahí la arena es buena para construir castillos, a merced de las olas. Y qué importa que venga una y me deshaga, era la única forma de ser sin haber sido; sin volver a ser. Pero queda la palabra, arena incorruptible. Quedan las armas y la soledad. Los recuerdos que son cada vez más lindos y dolorosos. Las muchas caras de la profunda soledad. Y tu nombre que se suspende, eterno. Tal vez, lo único verdadero e irrepetible.  

Para leer a medianoche.

Casi las once de la noche. Nunca supe por qué. Ahora lo recuerdo, antes de acostarme. Antes de la radio bajito o la tele sin volumen, de no encontrar una postura cómoda en la cama. Pienso. Una vez le pregunté: ¿por qué a las once? Me dijo algo acerca de una serie que terminaba o cosa por el estilo…excusas. Las razones profundas como esa nunca se confiesan. Lo sé. Sí, porque queda poco del día; va muriendo y podemos contar los minutos juntos. Ya pasaron unos quince, ¿no? Es probable que sean más de las doce cuando lean esto, si compartimos el huso. Tal vez me vean detenido en el tiempo, sin poder hablar. Feliz nuevo día, en todo caso. El chiste de la calabaza, y todo lo demás: Macedonio, Cortázar, Abelardo; lo poco o mucho que pude escribir entonces…lo que convertí en basura. Todo lo que no le dije, las ganas de verla. El té que se enfría(ba) mientras y los minutos que ya son como (hielo) treinta y pico porque tardo en pensar y porque corrijo mucho. Al fin y al cabo todos corrigen. No

Botella al mar

Te extraño mucho
Fue tanto como nada. Dejarse ir, así nomás. Dejarse marchitar. Arrancarle a un libro todas las hojas. Una por una todas. Dejarse estar, dejarse caer. Sin comer ni dormir ni soñar; dejar de ser. 

La estética de la violencia.

El discurso de los medios está plagado de violencia, tanto en las imágenes que se emiten como en la construcción misma del relato. No solo los hechos que se exhiben son de naturaleza violenta, además ésta se extiende en el tiempo y trasciende la noticia porque forma parte intrínseca de la construcción mediática. Este fenómeno de generación de violencia a partir del modo en que los medios tratan distintos temas es evidente en la cobertura de crímenes recientes, como lo referente al caso Candela Sol Rodríguez o al asesinato de Ángeles Rawson. Los medios transmiten, representan y generan violencia, y para ello emplean una estética determinada. La inserción de los medios masivos de comunicación es tan profunda que su dinámica está naturalizada casi por completo. Tanto es así que podemos pensar que los medios muestran de manera inocente la realidad, que dan cuenta de los hechos que debemos conocer. Se supone que debemos estar informados de una variedad de temas, pero ¿quién establece l
"...A veces siento que es como un mal sueño, que voy a despertar y vas a estar ahí, dormida a mi lado; o que estás a punto de acariciarme con los pies helados. Pero no. No despierto. Abro los ojos. La habitación parece roja. Pienso que no puede ser, que no hay colores en mi habitación. Tampoco hay luces. Si lo que veo fuera real, esa no sería mi habitación, y yo estaría en alguna otra parte, pero ¿dónde? El rojo se apaga despacio. Vuelve la oscuridad. Poco a poco todo se funde y se confunde. Primero la ventana, recortada en la penumbra, después la mesita de noche; la cama se deshace y me hundo. No hay habitación. No hay a dónde ir. Cierro los ojos y siento tu caricia, como un condenado al que le cortaron la lengua y sueña que habla, porque alguna vez habló."

Dadá

Una tarde mezclamos letras. Un domingo. Nunca nos aburríamos. Recortamos palabras, las pusimos en una bolsita. Mezclamos y mezclamos. De a poco fueron saliendo. Uno o dos poemas, una prosa y un verso. No sé dónde estás, solamente lo recuerdo. Porque vuelve a mí en silencio                                                la trama de ese encuentro. Era lo lindo de estar juntos. Lo simple. Lo eterno. Lo que llevo dentro de mí. Ante el futuro incierto. Una tarde de domingo mezclamos palabras. Hicimos galletas y poemas. Una tarde. Y tu, y yo, giramos impalpables. 

Cercana

No sé por qué mi empeño en extrañarte. Hoy más que otras veces, más que siempre. Parece que solo quisiera recordar. La ciudad, ajena, sigue de reojo mi paso solitario. La noche y sus tigres me ofrecen el fuego frío del artificio. Yo simplemente camino. Recuerdo y camino.

Snapshots

Antes no le gustaba la lechuga, ahora come a montones. Fue a jugar y lustró todo el piso con las rodillas. Aprendete las tablas porque te rompo el alma. Como si fuera necesario ocupar memoria en eso, como si no fuera suficiente contar con los dedos en el bolsillo del guardapolvo, como si la primitiva y simple suma no alcanzara. Hay que apelar a instancias superiores de la conciencia. Hay que ver si sabe o es un burro. Queremos pruebas. No me vengan con dibujitos, ni poemas, que sepa contar, que es lo que le va a dar de comer. Eso y las divisiones, por dos cifras, por tres, por diez, por mil. Que sepa. Que sepa lo que es bueno. Que llore todo lo que quiera, ya se va a cansar. Yo le voy a dar. No se quiere sacar fotos. Está siempre enojado. Me llama la maestra. Los chicos le dicen cosas, una vez se agarró a piñas. Una vez, pero valió por muchas. Creo que me quedé corto. Era por jugar y el pibe se la tomó en serio. Cosa de chicos. Ah pero no, estaba como loco. No lo podían sujetar. Ya n

Ka-dingirra, la puerta de Dios.

En la antigua Mesopotamia, asirios y babilonios usaron el arcadio como lengua franca. A diferencia del sumerio, la escritura arcadia evolucionó hasta formas silábicas completas. Este idioma semita, derivado del afrosiático septentrional, tenía como particular condición una polisemia dual: muchos de los símbolos que componían su fonética carecían de un valor claro; y, en sentido inverso, un determinado sonido no hallaba una correspondencia específica con un símbolo dado. Es posible que esta fuera la lengua de toda la Tierra en tiempos anteriores a los sucesos de Babel. Separado por tres mil años, el Nuevo Testamento atribuye al milagro de Pentecostés otro fenómeno lingüístico: todos podían escuchar la palabra de los apóstoles en su propio idioma, bajo el influjo que el Sancte Spiritus les había otorgado. Por supuesto, se trata de dos circunstancias diferentes. La primera describe una característica en la estructura interna de una lengua de la que existen registros históricos por

Maleficium

“…Soy lámpara para ti, que me ves. Soy puerta para ti, que llamas a ella. Tú ves lo que hago. No lo menciones La palabra engañó a todos, pero yo no fui completamente engañado.” —Himno a Jesucristo, atribuido a Prisciliano. Encontré esta historia casi por obra de la casualidad. Estaba meditando con tristeza acerca de las hondas trivialidades de lo cotidiano cuando resolví encender el televisor. Supongo que buscaba distender un poco aquel estado de melancolía en el que me encontraba, ciertamente del modo menos eficaz, tal era mi desesperación. Comencé a cambiar de canal hasta que me detuve en un programa. Entrevistaban a Alejandro Dolina y le preguntaban acerca de qué don le hubiera gustado poseer. Le daban a elegir de una terna entre la prosa de Borges, la zurda de Maradona, y la voz de Gardel. El negro no dudó un segundo y eligió la tercera opción. Coincido con él. Enseguida me pregunté por qué y ensayé una respuesta: de los tres dones mencionados, el es

Las circunstancias de Helena (fragmento)

Helena está loca. Loca, dicen, está. Porque habla sola, parece. Porque dice a los cuatro vientos, porque la quinta pata, porque corretea aves en la plaza y alimenta animalitos imaginarios. Y es como si no se bañara muy seguido que digamos. No se baña, qué desastre. Vean lo que encontraron en su casa (vale la pena mencionar): una montaña de sobres devueltos al remitente por destinatario desconocido; y lo más lindo, entre la mugre del balcón, una plantita en el piso. Muy verde ella, con los tallos florecidos, con pequeñas puntas violeta o rosa, todas apuntando para arriba, queriendo ganar la pared, queriendo robar la luz, buscando la humedad de una llovizna ocasional que por fatalidad del descuido (suerte de la planta) había dejado Helena la ventana abierta y se le mojaban las hojas. Tan estirada la pobre, crecida por entre los bártulos para superar esa angustia gris y alcanzar la frescura, el viento, el agua y el sol, a veces. Nos dio pena y la subimos un poco. La pusimos con cuidado