"...A veces siento que es como un mal sueño, que voy a
despertar y vas a estar ahí, dormida a mi lado; o que estás a punto de
acariciarme con los pies helados. Pero no. No despierto. Abro los ojos. La
habitación parece roja. Pienso que no puede ser, que no hay colores en mi
habitación. Tampoco hay luces. Si lo que veo fuera real, esa no sería mi
habitación, y yo estaría en alguna otra parte, pero ¿dónde? El rojo se apaga
despacio. Vuelve la oscuridad. Poco a poco todo se funde y se confunde. Primero
la ventana, recortada en la penumbra, después la mesita de noche; la cama se
deshace y me hundo. No hay habitación. No hay a dónde ir. Cierro los ojos y
siento tu caricia, como un condenado al que le cortaron la lengua y sueña que
habla, porque alguna vez habló."
Tres momentos
-Esta usted altamente calificada para el puesto- dijo el entrevistador luego de un profundo silencio. Ella se mordía los labios mientras su interlocutor examinaba sus papeles. Le dijeron que iban a llamarla el jueves más tardar. -Es el mejor día de la semana-, pensó. Con todo, nadie se percató de su promiscuidad. Lo único que le molestaba eran esas criaturas que revoloteaban insistentes durante la charla. El analista descubrió in fraganti una risa compulsiva mientras el paciente relataba su crimen con minuciosidad -¡Pero si me causó una enorme impresión!- repetía. Pensó que tal vez no estaba del todo arrepentido. Después unas recomendaciones que no lograba oír con claridad. Se había quedado pensando en la risa. Manuel se encuentra en su casa una tarde de verano aturdido por una honda pena. Tendido en la cama, lentamente se inclina sobre su costado. Cierra los ojos. Al cabo de unos momentos entra en una casa. Sube la escalera y atraviesa un pasillo que conduce al patio trasero, desd...
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