Como en sí.

Fijate lo preocupado que me tiene el tema. A veces me despierto con ganas de escribir, me siento en la máquina y nada. No salen dos palabras juntas. Cuesta encontrar las vetas por donde hace agua la realidad. Hay como un manto de normalidad sobre las cosas. Yo se que es todo como una maqueta, pero está tan bien hecha….todo conspira en un sentido. O parece ser así. Basta que alguno se equivoque y no siga el libreto, entonces ¡ahí está! ¿Vieron? Que todo es precario….relativo, medio atado con hilos. Pero al final no podemos escapar. Y todavía queremos entender la muerte ¿Qué nos enseñaron a ver? A veces no duermo, te digo. Dele pensar y pensar. ¿Quién me manda a hacer como si fuera otro? Decime que no hay una historia ahí afuera, fuera de la habitación, lejos de ese cielorraso idiota que me devuelve su pálida resignación noctámbula. Convenceme. Entonces pienso que todo está en calma, que aquellos pasos en la calle desierta no eran nada, nada más que mi subjetividad jugándome una mala pasada. Al final somos fáciles de engañar, ¿no? Pero me llevan lejos, a otras calles y otros pasos. Los sueños me traicionan. Yo quería contar una historia linda, que no tuviera nada que ver conmigo, pero caigo, una y otra vez. De tanto ir a buscar lo no dicho termino creyendo que hay algo más allá. Un guion sin libreto, una historia que me domina, que me cuenta. Como si tuviera la capacidad de ver lo que los demás no pueden. Pero sabés que no hay historia, te das cuenta. Todo es cuestión de interpretación. ¿Y si me salgo del libreto? Trato de equivocarme y volteo a fijarme si alguien se dio cuenta de la farsa, de la pantomima. Escribir es parte de ese equívoco. Es casi todo lo que puedo hacer, lanzar una botella al mar con un manuscrito dentro. Escribo, escribo porque no quiero morir sin haber hecho nada, y en una de esas, quién te dice…Me alejo del texto por un tiempo, no sé cuánto, no importa. Vuelvo a él y leo otra cosa en el mismo cuerpo de letras, los mismos morfemas, cómo puede ser tal cosa. Algo había allí, algo habitaba y ya no está, se escapó quién sabe por donde. Pensaba encontrarme en esas líneas difusas, casi ajenas. Si no fuera por algunos modos, unas formas de decir, no lo reconocería, te juro. Esperaba verme, reflejarme pasado el tiempo, pero no. No es como en las fotos, que uno las mira y recuerda el contexto casi por asalto, pasado el tiempo los textos dicen lo que uno ni recuerda haber querido decir. Claro, presente para el que lee, pasado para su autor. Creo recordar una idea que leí por ahí, que dice que eso sucede en los sueños. Según parece no se puede leer en los sueños. Las letras cambian. Son unidades simbólicas. ¿No ves que nos quieren decir otra cosa? Qué hastío… Hice la prueba, no me imaginé que fuera cierto. Reuní todos los textos propios que tengo, me fijé y me di cuenta que una suerte de alma inquieta transita a través de ellos. Todo lo que no salió esa mañana al despertar con tanto entusiasmo estaba allí, sorteando descripciones, buscando las adjetivaciones más cómodas para poder descansar. Entonces lo supe. Por más que uno no quiera, hay cosas de las que no podemos escapar.

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