Exordio

Hay una historia. Una serie de acontecimientos van develando la trama. El relato es la autopista por donde el lector transita. Al menos así parece que funciona. Manifiesta o subyacente en la maraña de palabras que entretejen los recursos y las formas, existe de algún modo la historia. Es una finalidad contarla. Pero, ¿y si no hubiera historia que contar? Casi como pretender la ausencia de melodías en la música. ¿Si esto fuera solo un diálogo entre usted y yo, sin mayores pretensiones? Naturalmente el primer obstáculo salta a la vista. No compartimos, usted y yo, una coincidencia espacial ni temporal. La primera sería, en todo caso, salvable. La segunda plantea un desafío mayor. No es tanto el espacio lo que nos separa, sino lo requerido para eliminarlo. Penoso sería no poder construir un vínculo de ningún tipo. El lector se sitúa en mi futuro al leer esto que todavía no acaba de ser escrito. Sin embargo, yo no seré pasado para usted. Seré el presente más vivo que pueda existir. He ahí el poder de la literatura. Usted y yo podríamos estar dialogando. ¿Cómo? Usted verá, No hay historia alguna aquí. Tan solo una serie de sucesos narrados. La historia se realiza en cada lector.

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