Entrevista a Miguel Monforte


Con Molise en la mirada

Por Sergio Spennato.

Llegué a la entrevista con la expectativa de que la conversación estaría atravesada por una multitud de términos y conceptos técnicos. Con el correr de los minutos, comencé a notar que ese aspecto ocupa un segundo plano en la valoración que Miguel Monforte tiene de su profesión. Aunque se trata de un profesional exigente y prolijo, la pasión que siente por el cine y los medios audiovisuales es preponderante. Entre las actividades que realiza, Miguel es productor ejecutivo del Festival de Cine independiente de Mar del Plata (MARFICI). A principios de agosto de 2009 viajó como representante del MARFICI al Molise Cinema, el Festival Internacional de Cine de Molise, Italia. Su cortometraje “Corpus Domini”, que retrata la celebración religiosa que tradicionalmente organiza la comunidad molisana marplatense, abrió la muestra.

Molise es una de las regiones más chicas al sur de Roma y una de las que fueron más castigadas por la Segunda Guerra Mundial. De ahí provino una gran cantidad de inmigrantes a América después de la contienda, la mayor parte de ellos a Argentina y Canadá. En Mar del Plata existe una importante colectividad. “Esta gente vino con costumbres bien constituidas, que no dejaron de practicar en Argentina. Cocina, canciones, festividades religiosas, costumbres que tiene que ver con una forma de vida” explica Monforte, descendiente de Molisanos. En esta nota, brindada unas semanas después de su regreso a Argentina, el realizador nos cuenta cómo surgió el profecto y su experiencia en lo profesional y personal.

El proyecto

En cuanto al viaje específicamente, se trata de un proyecto más viejo, más grande. Por medio de una convocatoria del gobierno italiano, se hizo hace cuatro años un censo para saber cuántos Molisanos había fuera de Italia. Me acerqué a una de las asociaciones (NdR: La colectividad está dividida en dos agrupaciones) y me preguntaron a qué me dedicaba, les comenté que a los medios audiovisuales y se interesaron sobremanera porque nadie en la colectividad se dedicaba a eso. Me invitaron a participar y presenté un proyecto a la región para hacer un documental sobre las actividades que han desarrollado los molisanos en Mar del Plata. Lo aceptaron. En este contexto, estoy realizando este gran documental. Diría que es otra de mis locuras. Hace muchos años me embarqué en hacer un súper documental sobre los ex combatientes de Malvinas. Cientos de horas de trabajo, dos años de investigación que en definitiva fueron cinco. En este caso también me va a llevar mucho tiempo, pero estoy dispuesto a hacerlo. Hace dos años vino el Asesor Cultural de la región, fue ahí cuando le presenté el proyecto y, a su vez, le comenté que soy el productor ejecutivo del Festival de Cine Independiente de Mar del Plata. Al poco tiempo, el Director del festival de cine joven de Molise me contactó y empezamos a intercambiar material. Mientras tanto grabé, para el documental grande, una ceremonia muy particular que es el Corpus Domini. Una celebración religiosa que se hace en la capital de Molise, Campobasso, y que sólo se reproduce en Mar del Plata. Por lo pintoresco y dada la proximidad del Molise Cinema, lo propuse como pieza además del material del MARFICI. Lo aceptaron y me invitaron como representante del Festival Independiente, así que tomé la decisión de viajar y acompañar mi obra. Cuatro días antes de viajar, me enteré que mi corto abría el festival porque habían organizado una sección que se llamó “América entre Argentina y Canadá” en la que se proyectaba un documental acerca de la vida de los molisanos en Canadá, así que se dieron los dos. Algo muy importante porque estaba todo el pueblo.

Italia lejos de Europa

El Molise Cinema se hace en Casacalenda, una ciudad muy chica de unos 2000 habitantes. El documental se convirtió en algo especial para la gente de acá que se sintió representada a través de este trabajo. Los italianos se dieron cuenta con curiosidad que acá se siguen sus costumbres. No alcanzan a entender por qué. Es decir, hay un sentimiento que no se puede transmitir ni con palabras ni con un documental, esta italianidad a la distancia. Eso me desilusionó de alguna manera. Yo pensé que los iba a emocionar, pero no. Inclusive Casacalenda está a unos 50 kilómetros de Campobasso, la capital de Molise donde se realiza esta gran ceremonia religiosa, y muchos de ese pueblo la desconocían. Se enteraron que se hace esta festividad gracias a un documental hecho a 14 mil kilómetros. También me di cuenta que acá hay un fanatismo hacia lo italiano y hacia mantener las costumbres que ellos ya perdieron, como cualquier cultura que progresa. Es una evolución natural. Entonces Mar del Plata se convierte en un gran reservorio de cultura italiana. No sólo por esta acción, sino por ciento de otras actividades que casi semanalmente ocurren. Digamos que el viaje desató muchas cosas para mi insospechadas. Además la posibilidad cinematográfica de seguir haciendo cosas en conjunto. Otra de las cosas que me causó cierta curiosidad fue que me preguntaban más por el cine argentino que no llega. Tal vez les interesa más ver, sobre todo a los jóvenes, un cortometraje de ficción argumental y no un documental mostrando las tradiciones italianas acá.

El cine acá y allá

No les llega cine de ninguna parte. Eso es muy llamativo. Comprobé muchas cosas en un viaje muy corto. Hice un seminario de dirección de documentales dado por un profesor del Centro Sperimentale de Roma, una de las grandes escuelas de cine del mundo, en el que pensé que me iba a anoticiar de grandes cosas. En Italia no tienen tradición documentalista. Cuando le dije que era de Argentina, me dijo “La tradición documentalista que tienen ustedes es impresionante, ¿Qué le voy a enseñar yo?”.Cuando terminó el seminario me di cuenta que era cierto. Acá vivimos en una constante crisis que hace que uno tome la cámara y filme casi todo el tiempo, ellos no. Otra cosa que les pasa a estos países europeos es que los realizadores ante cualquier proyecto necesitan mucha plata. Proyectos que ellos hacen a lo grande porque son todos profesionales y piden grandes sumas. Cuando vos ves el cine de estos países notás que, en realidad, no hay producciones chicas. Necesitan siempre mucho dinero, lo que les impide filmar. Además, filma el que estudió, de la misma manera que quien estudió arquitectura trabaja de arquitecto. Por más que estén desempleados no van a dedicarse a otra cosa. No entienden esta cuestión de independencia, de autogestión que tenemos acá. Esto los mantiene inmóviles, si no consiguen la plata no hacen nada. Llevé un largometraje nacional, “El bosque”, cuando comenté que había costado 5 mil euros hacerlo, causó estupor. Se quedaron helados. Después se lo comenté a una directora ecuatoriana que había presentado un corto y ganó un premio y me dijo “¿Sabés qué pasa?, mi corto costó 25 mil euros. Acá es impensado hacer un largometraje con 5 mil euros”. Y además, les gustó. Les impactó porque el cine argentino es original. Por otra parte no acceden a ver mucho material extranjero, se quejan de eso. El cine hollywoodense ha copado todo a nivel mundial y los aplasta. No conocen la cinematografía que no es estrictamente de los principales países desarrollados de Europa o Estados Unidos. Los productores suelen buscar coproducciones para hacerse del dinero. Desafortunadamente desconocen el cine argentino, ya sea comercial o independiente. Tampoco conocen el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, el clase A. Me di cuenta que tenía repercusión en la gente mayor porque cuando lo instituyó Perón, y en los festivales que siguieron, venían muchas figuras y películas italianas. En los festivales más nuevos el cine italiano es prácticamente desconocido, por eso los jóvenes ignoran que acá hay un festival de cine clase A.

Nosotros en la Argentina tenemos por año más de 15 mil inscriptos para estudiar cine, mucho más que en toda la comunidad europea, donde se anotan entre 10 mil y 12 mil chicos de toda Europa. Es la cuna de la cultura sin dudas, pero en lo cinematográfico de algún modo estamos más avanzados. Con todos los temas que tenemos acá, filmar en la calle o en los barrios y hacer un documental te abre la puerta en Europa, porque eso allá no se ve concretamente. No se ve desde lo social ni desde las películas. Yo comentaba con mis alumnos cuando volví, muchachos pongámonos contentos si ustedes me traen un guión de los que ganaron allá, lo repruebo. Acá hay cosas más interesantes en la esquina. En ese sentido, rompí una gran fantasía y al comentarlo uno impulsa a que se sigan produciendo acá. Lamentablemente tenemos esta teoría de que afuera todo es mejor. Uno ve que hay, desde muchas posiciones, rasgos proteccionistas que deberíamos tomar como hablar más y mejor de nuestro cine, que siempre lo despreciamos. También tener en cuenta que, por un lado es interesante para la gente de afuera, pero además si algún día perdemos esta identidad que proyectamos en la pantalla perderíamos todo lo poco que nos queda cultural a los argentinos.

Más allá de la pantalla

En todo sentido el viaje fue mucho más de apertura cerebral de lo esperaba. Es decir, todo esto trascendió tanto que dejó chiquito el hecho de viajar. El sentirme en un festival afuera, en un pueblo muy pintoresco, de compartir una misma casa con gente de otros países. Siempre mandé películas y tuve la suerte de quedar seleccionado para que se proyecten. Pero esto de acompañar tu film es muy distinto, es mucho más trascendente. Porque es como acompañar a un hijo a un lugar muy importante. Llegué con el material en mano, sabía que no iba a concursar porque debería haberlo mandado un mes antes y ese fue el tiempo que me tomé para la edición. Pero me habían dejado entrar y eso ya es una garantía. Con el tiempo concursar es lo de menos, uno quiere que el material se vea. A mi me dio muchas más fuerzas para volver y hacer cosas acá. Más allá de tener el objetivo de seguir haciendo cosas para Italia, al volver me di cuenta de que este es un gran país en el que se pueden hacer muchas cosas. No es mi gran objetivo filmar para Europa. Si tratar de lograr que mi trabajo se vea, porque se abre una puerta interesante. Incluso con narrativas que no sean estrictamente de las colectividades. Esta experiencia me dio la pauta de cómo ir haciendo el documental grande. Cuando vieron el corto dijeron “es simpático” tal vez eso fue lo que más me afectó. Yo no quiero un documental simpático. Este quedó muy en lo informativo, ahora quiero lograr emoción. Evidentemente si quiero que esto se recuerde, que es lo que uno quiere, que su obra trascienda en el recuerdo del espectador, va a tener que ser más visceral, más italiano. Por otro lado lo voy a hacer con tiempo. Quiero hacerlo bien y un poco distinto a lo que se ve. Lo cual me va a obligar a superarme.

En todos estos trabajos uno no disfruta, piensa que el disfrute está al final. Yo tuve un disfrute al final con el festival, con la muestra, pero ahora ya está. Se terminó. Quiero aprender, y es algo que cuesta mucho, a disfrutar del transcurso. El objetivo es lo que menos se disfruta. Es una proyección en tal lado, o un premio. Pero todo lo que me ha otorgado esto, el cariño de la colectividad, el reconocimiento al esfuerzo, el ir día a día pensando en el proyecto es lo que tengo que disfrutar. Quizá terminarlo sería lo peor.

Fue una súper experiencia conocer, en esos 6 días a pocos kilómetros de ahí, el pueblo y la casa donde nació mi papá, donde vivió con mis abuelos, con sus tíos, la casa de campo de ellos. Esto se pudo lograr gracias a un primo que vive a 80 kilómetros de Casacalenda y estaba de vacaciones. Entonces me iba a buscar para recorrer todo eso y a la noche me llevaba para volver al festival. Había un director de cine napolitano que era presidente de un jurado y me dijo “Nos estamos perdiendo una gran película, si yo tuviera tiempo, me iría con la cámara a registrar este viaje”. Fue mucho más fuerte desde lo personal que desde lo cinematográfico. era como que toda mi familia viajaba conmigo. Al volver hay una gran ansiedad en esto de reunirnos y ver las fotos. La mayoría de mis tíos no volvieron, los primos mucho menos. Mi papá tiene 8 hermanos, somos muchos primos, todos con hijos. Es como que el viaje de uno se transformó en un objetivo familiar. Ya en el trayecto era muy fuerte pensar: bueno, voy a conocer esto de lo que me han hablado toda la vida y, al verlo, veía lo que me habían contado. Los tanos comentan las cosas de tal modo que vos las visualizás, y me encontré con eso que, por suerte, no ha sido tocado desde lo arquitectónico. O ir al campo y sentir el mismo silencio que ellos sentían, estar debajo de árbol que todos mis tíos me recomendaron que le sacara fotos porque es el árbol debajo del cual todos ellos corrieron y se criaron. Eso superó emocionalmente el festival. Una cosa fue tapando a otra, como un gran dominó.

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