Supongamos

Me permito invadir este espacio, el suyo, como un emperador invade territorios para anexar a sus dominios. La comparación es pretensiosa pero sirve. Aunque no soy un emperador ni tengo ansias de dominación, y usted, desde luego, es mucho más que un territorio al que cientos sueñan con poseer. Cuando hablo de invasión espacial, me refiero a la lectura que empujada por la curiosidad hará usted de este texto. De seguro sin esperar demasiado aunque, tal vez, con un atisbo de sorpresa.

Pensar que un beso en la frente hubiera evitado la prematura despedida, el orden de las cosas, es mucho decir del beso. Es asignarle facultades que no tiene. Aunque ciertamente es más efectivo que quedarse pensando. Cuando se conoce a quien lo da, el beso pierde toda importancia. Por el contrario, cuando no se conoce a quien lo da, el beso lo es todo. Habla por sí mismo.

Qué obsesión tenemos las personas por saber lo que el otro está pensando. Lo que el otro quiere. Porque nos decimos a nosotros mismos que, de saberlo, no dudaríamos en otorgarlo. Pero saber lo que el otro piensa no nos es posible. Yo no puedo saber lo que usted piensa mientras lee esto, ni lo que pensaba ayer, ni el sábado pasado. No podemos pero creemos poder saberlo. Por eso existe la psicología, porque creemos poder saber lo que piensan los demás.

Pero no nos damos por vencidos y al final lo construimos. Los estudiosos se vanaglorian con teorías acabadas y redondas. Después de cuarenta minutos o una hora de soliloquio el terapeuta nos despide con un apretón de manos y nos envía a casa, previo pago del arancel. Uno llega a su domicilio, o donde haya ido (porque no es cuestión de llevarles tanto el apunte a los terapeutas tampoco), y reflexiona largamente.

A mi me gusta entones acomodar los pensamientos que presumo tienen los otros a mi conveniencia. Así puedo pensar que usted quería que yo le diera un beso en la frente, y todos contentos. El mayor análisis de estas cuestiones, llevaría a este texto a una extensión inoportuna.

Solo quería compartir este pensamiento con usted. Espero poder encontrarnos en circunstancias más afortunadas. Aquellas en las que nuestras vulnerabilidades no sean tan obvias y nos permitimos invadir el espacio ajeno.

Comentarios

Entradas populares de este blog

La Historia.

Alma