Las cosas, al fin.

Había tazas. Había cucharas. Todo sucio Pero de la noche anterior. Nada del día de hoy. Había claustro, bronce y madera. Los ojos cansados y el pañuelo humedecido. El rostro como la cera.

Levantarse, mojar el cabello y peinarse, caminar por la ascera ya no. Se habían ido con él. Tendrá sola que aprender, una vez más.

Hay ropa. Hay sombra. Hay jabón en la bañera y café en la alacena. Quedaron tazas sucias. Hay ayer. Hoy, no existió. Se lo devoró antes que naciera.

Unos zapatos, un velador, una mujer, los espejos del zaguán, una bufanda marrón. Las cosas que permanecen y así seguirán.

Le quedó el fin, la inmortalidad de Quirón. Le quedó el ser de las cosas, que no es.

Solo el deterioro por el quedarse del tiempo. Sin apuro ni clemencia.

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