Todas las muertes


Al Poeta se le ocurrieron muchas cosas, pero no dijo ninguna. Fuegos de colores le pintaron la memoria, pero no escribió nada. Tan solo imaginó. En aquellos momentos de la palabra hecha muerte, porque sí, el suplicio se hizo entusiasmo, el hambre, ansia. El corazón, maltrecho, ajado y lleno de esperanza, le latía entre las manos cada vez que un paisaje preciado le iluminaba los ojos vendados. Primero, sintió un hormigueo. Seguido, una aguda puntada le dejó la lengua en el paladar clavada. Pero no eran finas pinzas que su carne quemaban, no. Eran las aguas frías que por las noches de verano la piel le erizaban. Caudal fresco y siempre vivo del Darro, el Maule, o la Coronda, que a su cuerpo caliente aliviaba.

El Poeta, digno en su silencio, alzó la cabeza y percibió la escena. No serían más de tres, los que allí se encontraban. Uno, de seguro, impartiría las órdenes con gestos muy ensayados y pocas palabras, más bien, toscos monosílabos o palabras cortadas, cortantes. Otro, abocado estaría a obedecerlas como un perro adiestrado obedece. Alguien más estaría de pie, observándolo todo. Las paredes habrían de ser oscuras, teñidas de una oscuridad peculiar, esa que todo lo calla. ¿Habría otros ojos a su alrededor acaso?, se preguntó el Poeta. De haberlos, habría en ellos la misma negrura de las paredes, como una peste de ceguera. Si así fuera, la suya sería la mirada más despierta en aquella madriguera.

Se le llenaron al Poeta de espanto los ojos vendados, de tanto ver y tanto no poder hacer. Supo en sano consuelo, que lo hecho por sus manos regaría por el suelo una semilla hasta en los campos más lejanos. Con fuerza cerró los puños y abrió el pecho al plomo desnudo. Con un grito recibió la balacera. La boca se le hizo rosas, la piel se volvió cera. En ese momento nació un alma inquieta, su voz fue liberada, y pudo decir cuanto quiso, como un eco reflejada.

Muerte que llegas lejos, que hasta Góngora disparas, no importa dónde apunten tus cañones, tendremos todos las mismas caras. Guarde estas palabras con decoro, pues muchas han callado para cuidar este tesoro.

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