Los poetas


Dicen que podré verte, al cabo de esta penumbra. Dicen eso y muchas otras cosas, cosas de las que descreo. A mí, justo a mí, que no soy capaz de ver la espina naciente en tu cuello, ni la sutil enredadera de tus labios que, según dicen, cultivas; a mí que me conformo con los pétalos de tu vientre, deliciosamente venenosos, y los hago florecer con el riego de mis ansias. Sé que me condenan todos ellos al crepúsculo, a la letanía. Prefiero el eclipse y su fugaz resplandor. Me levantaré en su contra y les daré fuego, les daré sangre, me quedaré ciego. Porque, ¿qué otro destino espera a aquel que ha encontrado aquello que buscaba, sino el de destruirlo? Han sido mis ojos, tú serás la noche.

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