Estilo gestalt.


El peluquero terminaba su tarea. Daba los últimos retoques con navaja, a la vieja usanza, cuando pidió al cliente que agachara su cabeza para emprolijarle la nuca. Entonces pudo ver, recortada sobre el blanco del piso, perfectamente formada con los restos de pelo de algunas melenas diezmadas, la figura de un gato. Solo un ojo y parte de una nariz fueron suficientes para adivinar el resto del animal. Desde su singular punto de vista, podía percibir la presencia mágica del felino, desafiando las porfías de la nada. Un golpe de escobillón terminó con el misterio. “Hay que ver lo que cae de la cabeza de la gente”, murmuró mientras afilaba la navaja. El cliente permanecía con la cabeza gacha. El peluquero pensó en practicarle un corte fino, como un golpe de brisa helada.; le intrigaba ver qué formas dibujaría para su deleite la sangre en el piso.     

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