"...A veces siento que es como un mal sueño, que voy a
despertar y vas a estar ahí, dormida a mi lado; o que estás a punto de
acariciarme con los pies helados. Pero no. No despierto. Abro los ojos. La
habitación parece roja. Pienso que no puede ser, que no hay colores en mi
habitación. Tampoco hay luces. Si lo que veo fuera real, esa no sería mi
habitación, y yo estaría en alguna otra parte, pero ¿dónde? El rojo se apaga
despacio. Vuelve la oscuridad. Poco a poco todo se funde y se confunde. Primero
la ventana, recortada en la penumbra, después la mesita de noche; la cama se
deshace y me hundo. No hay habitación. No hay a dónde ir. Cierro los ojos y
siento tu caricia, como un condenado al que le cortaron la lengua y sueña que
habla, porque alguna vez habló."
La Historia.
Si cada quien se guardara las respuestas y tan solo escribiera. Dulce soliloquio. O no. Como ahora. Callar, como ahora. O no. Mirar y escribir lo visto. Recordar. La viruta del lápiz que me parecía una polilla. Tan marrón. Tan fobia. Palomadeluzquentroporlaventanadelacocinafobia. Todo menos lápiz. Si cada quien se guardara las respuestas, no serían tales. Esa es la respuesta, ganso. La respuesta presupone un otro. Pero la búsqueda. La búsqueda nos pone en ese frasco de salmuera. Nos conserva asépticos. Por eso no sé si contestar. No quiero parecer descortés o poco comprometido. Lo que pasa es que me parece todo tan dicho ya, que la mejor manera de encontrar los caminos parece ser reinventar el silencio. O por lo menos empezar por ahí. Por encontrarse entendiendo que lo que sucede se dice sucediendo. Y hay que ver.
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